miércoles, 7 de diciembre de 2011

Etheridge, el filipino de Craven Cottage

En una ciudad como Londres se respira football por los cuatro costados. Vas a un pub a ver el partido del Barça y te encuentras con los aficionados del Arsenal. Los hinchas gunners siguen en la barra, bebiendo pintas y celebrando la victoria de su equipo. En el metro ves a dos hinchas del Liverpool, con su bufanda y su camiseta, que vienen a ver a los reds que juegan esta noche contra el Fulham. Al salir te cruzas con aficionados españoles, son valencianos. Claro, mañana hay partido de Champions en el Bridge. El balónpie fue inventado por los ingleses hace ya casi 150 años y algunos dicen que el auténtico fútbol es el que se juega en las islas. Con un estilo más directo, con una grada entregada y con jugadores que se dejan el alma por su equipo. Los días de partido la ciudad se paraliza y las calles se llenan de hooligans ebrios de cerveza y sentimiento por sus colores. Los románticos del fútbol recalcan que el ambiente que se respira en los campos mas antiguos de Inglaterra no se encuentra en ningún otro lado. Y uno de estos campos es Craven Cottage. Construido en el 1896 y situado a las orillas del Tamesis, en el barrio de Fulham, este viejo estadio alberga los partidos que el Fulham FC juega como local. Los cottagers no cuentan con la mejor afición de Inglaterra, pero el aura de su estadio, hecho de madera y de una sola gradería, enamora a los puristas de este deporte.

Craven Cottage, un templo del fútbol.
 El equipo de Martin Jol es un equipo hecho a la antigua usanza. Con un punta de referencia como Bobby Zamora, grande y corpulento y que se dedica a tocar de cara. Dos balas en los extremos que bien pueden ser Dembelé y Duff, bien pegados a la línea de cal, donde pueden sentir el aliento de sus aficionados. Un pelotero llamado Clint Dempsey o Bryan Ruiz, que deambulan en la zona de tres cuartos de campo para tocar un balón con magia. Los demás: guerrilleros del balón. Auténticos atletas que imprimen un ritmo fortísimo al encuentro. Futbolistas entregados a su oficio que se dejan la piel en cada acción y que tratan de buscar de forma directa a sus jugadores de ataque. Eso es football en estado puro. Cerveza en una grada colorida, entradas a ras de suelo, un constante de idas y venidas y un partido trepidante.
En este marco tan británico, tan auténtico, tan clásico, se cuela una pincelada de color. Un toque distinto, un jugador que llama la atención. Por ahora no es por su juego -puesto que está en el banquillo- pero si por su procedencia. Se trata de Neil Etheridge (07/02/1990), el filipino de Craven Cottage y el futuro guardián de la portería del Fulham.
Etheridge es el segundo portero del Fulham.
 El joven guardameta británico-filipino llamó la atención de los cazatalentos del Chelsea con tan solo 12 años y entró a formar parte de las categorías inferiores del club blue. Allí coincidió con dos filipinos más: Phil Younghusband y James Younghusband, ambos mayores que él y que no han llegado a triunfar nunca. Nacido en Londres, de padre inglés y madre filipina, cuando Etheridge  ingresó en la academia del equipo de Stamford Bridge, en 2003, actuaba de delantero pero pronto se dio cuenta de que su lugar estaba bajo las maderas; aunque eso explica que el propio cancerbero confesase que siempre se tomó el fútbol como “una diversión” hasta los 16 años, cuando entendió que pasaba a ser un trabajo. El joven filipino confesó en una entrevista a la ESPN que tenía dos sueños por cumplir. Uno, debutar en la Premier League. Y es algo que en cuestión de tiempo se hará realidad puesto que the bus –como le apodan- se ha ganado el puesto de segundo portero y solo se encuentra por detrás del veteranísimo Shwarzer de 39 años.
Neils Etheridge en un partido con la selección filipina.
El segundo tiene que ver con Filipinas, el país natal de su madre. Pese a que Etheridge formó parte de la selección sub-16 inglesa y que en 2007 renunciase a la selección absoluta filipina por falta de conocimiento de la lengua y la cultura asiática, ahora el joven arquero afirma que su sueño es competir contra las mejores selecciones defendiendo la camiseta de los Azkals. Neil ya está adaptado a las tradiciones del país del sur-este asiático. Reconoce que le gusta el hecho de que recen tanto –antes, a mitad y al finalizar un encuentro- e incluso el adobo (la inmersión de un alimento crudo en un preparado en forma de caldo) y las barbacoas de cerdo son un ritual que ha adoptado cuando va a los partidos con su selección. Costumbres muy distintas de las que vive en su día a día en Inglaterra, la cuna del fútbol, pero que hacen de este prometedor portero una rara avis de la Premier League. Digna de seguimiento.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Con el espíritu de Hristo

Es uno de los zurdos más reconocidos de los últimos tiempos. Es considerado como una leyenda del deporte rey y está entre los mejores jugadores del final del siglo veinte, así como se le puede considerar el mejor futbolista búlgaro de todos los tiempos. Hablamos de Hristo Stoichkov. Con una velocidad por encima de la media, un enorme talento con el balón en los pies y un temperamento ardiente Hristo fue un futbolista diferente al resto. Su pasión, su determinación y su agresividad siempre fueron contagiosas para los compañeros que le rodeaban y nunca dejó indiferente a nadie. Lo que si que dejó fue huella por allí donde paso. El barcelonismo le admira tanto como el madridismo le odia. Pero Stoichkov no sólo jugó en el Barcelona: tras varios años en la élite del fútbol mundial, la daga –como le conocen algunos- probó suerte en destinos más exóticos y de menos renombre. Conoció de primera mano el soccer enfundado en las camisetas de los Chicago Fire y del D.C. United, tuvo un breve paso –dos partidos y un gol- en la liga de Arabia Saudí defendiendo los colores del Al-Nassr y también conoció la ciudad de Kashiwa, en Japón.

Stoichkov en su presentación con el Kashiwa Reysol.
Stoichkov jugó dos temporadas en el Kashiwa Reysol, un modesto y joven club del este del país del sol naciente. Fue a finales de los años 90 y el Kashiwa Reysol, un club refundado en 1986, siempre había deambulado por la zona media de la J-League. Coincidiendo con la llegada del búlgaro se inició la época más laureada del club: se consiguió ganar la J-League Cup y se alcanzaron las semifinales de la Copa del Emperador en el 99, el mismo año que acabaron terceros en la clasificación final de la liga. Posición que repitieron la temporada siguiente pese a que fueron el equipo con más puntos durante la fase regular –el formato de competición les privó del triunfo final-. Stoichkov solo disputó 28 partidos con la elástica amarilla, con los que festejó un total de 13 tantos. Aún y así nadie puede negar que la llegada del que fue el 8 del Barça durante muchos años al equipo de Kashiwa coincidió con una de las mejores épocas de un humilde equipo que se coló entre los más grandes de Japón. Quizás Hristo no aportó su mejor fútbol pero si que contagió esa actitud y esa pasión que le caracterizaban.

Después de la salida de Stoichkov del Kashiwa Reysol el club ha vivido entre el cielo y el infierno. Conoció la peor cara del fútbol cuando en 2005 descendió de categoría después de una pésima temporada. Por suerte, el paso por la categoría de plata duró poco y el ascenso se certificó tan solo un año después.  En 2009 tocó volver a saborear la derrota y la frustración que supone descender, pero una vez más el club de Kashiwa demostró que está hecho de otra pasta y volvió a recuperar el estatus de equipo de primera división en tan solo una temporada. El año 2010 fue brillante y se consiguió subir como campeón de la segunda división. El Kashiwa Reysol, afrontaba pues, esta temporada con el objetivo de mantenerse en la élite del fútbol japonés. Para ello confió en la plantilla que había logrado el ascenso y apenas hicieron una contratación para reforzarse.
Y ahora, 22 años después de la salida de Hristo, el Reysol – que como curiosidad debe este nombre a la unión de las palabras Rey y sol en castellano- vuelve a estar entre los equipos punteros de la tabla y esta vez se encuentra a solo un paso de la gloria. El milagro se halla más cerca que nunca. El equipo recién ascendido ha llegado a la última jornada del campeonato con un punto de ventaja sobre el Nagoya Grampus y con dos sobre el Gamba Osaka, tercero en discordia. Este sábado -a las 07.30h hora española- se disputa la última jornada con los 3 partidos que decidirán quien es el campeón nacional y por tanto quien participará en el próximo mundialito de clubes de Tokio. Al ganador de la J-League le espera el Auckland City en la primera ronda del torneo. Los tres candidatos al cetro nipón disputan sus partidos lejos de sus estadios y tan solo el Kashiwa Reysol depende de si mismo para coronarse como campeón.

Jorge Wágner, uno de los brasileños del equipo, celebra un gol del Reysol.
En el minuto 7 de cada partido que se disputa en el Santiago Bernabeu se inicia un cántico desde un sector de la grada. Pronto todo el campo, indistintamente de lo que esté sucediendo sobre el terreno de juego, se suma y el estadio entero entona el canto al unísono. “illa, illa, illa, Juanito maravilla” “illa, illa, illa, Juanito maravilla” repiten los aficionados merengues. El cántico es en honor a Juan Gómez González, conocido como Juanito, y que se ha convertido en un mito del madridismo. “Hay que apelar al espíritu de Juanito” o “Hoy han de saltar al campo 11 Juanitos” son algunas frases que utilizan a menudo los aficionados del club de Concha Espina haciendo referencia a la entrega, la lucha, la dedicación y la pasión de Juanito por el club madrileño. Muchos afirman, pues, que el espíritu de Juanito sigue presente en las grandes noches de fútbol del Bernabeu. En el estadio del Kashiwa no se canta nada en memoria de Stoichkov, ni en el minuto 8 se hace un homenaje al jugador búlgaro. Seguro que muchos ni se acuerdan de que pasó por allí. Pero la gesta que están a punto de conseguir –ganar la liga tras ascender- es digna del esfuerzo, sacrificio, dedicación y perseverancia que tenía Hristo Stoichkov.